Al despertar no me queda más que su presencia, su infinita
calma, sus silencios y la infinita sensación de no dejar de abrazarla.
Pocos sueños me inspiran tanto, las sensaciones suelen irse rápido…
Todo comienza cuando la encuentro, una potranca en el campo,
perdida… con hambre.
La llevo a casa, curiosamente la dejo estar dentro, como si
fuese una persona mas, pero al parecer en esta historia era lo mas normal del
mundo.
La cuidé unos días, y le gustaba recostarse y que acariciara
su melena… Un dia mientras lo hacia, abrió sus patas delanteras y me atrapó;
aquel era un abrazo calmante, lleno de ternura y jamás había visto que un
caballo hiciera algo asi. Mi madre dijo –Te quiere mucho –fue curioso y asentí…
yo también quería mucho a esa pobre potranca que mas que abrazos le hacia falta
comer mejor todos los días.
Como sea no recuerdo cómo desapareció, en que situación, si
era de día o de noche… tampoco recuerdo para nada haberla visto como ese día,
era diferente, muy diferente pero conservaba la esencia… tanto que supe que era
ella al momento en que la vi, por primera vez, convertida en chica.
No me conmocione, incluso parecía que yo ya lo sabía… pero
al verla con la ropa desgastada, sangrante y mojada lo único que quería hacer
era protegerla.
Era perseguida, por su madre y por su gente… Al parecer su condición
la hacía acreedora de desprecios, supersticiones y miedos de todo tipo.
–Dije que no salieras
de casa –dijo su madre con tono agresivo.
Rocas volaban por los aires delante de gente enfurecida, y
ella caminaba lento… como si no le hicieran daño, pero yo solo veía agua
carmesí rodando por sus delgadas piernas.
La tome de los
hombros y la lleve lejos de ahí tan pronto como pude; no había escuchado su voz
en todo este tiempo, ni visto su rostro nunca… siempre que la veía yo estaba a
sus espaldas.
Logre ponerla a salvo en casa, ella no lloraba, ni decía palabra
alguna.
Le quité la ropa, y la lleve a la ducha. Su cabello se
mojaba de a poco y podía ver como el odio de la gente se deslavaba por su
espalda.
No podía describir lo que sentía dentro de mí en ese momento,
mientras trataba de quitar la tierra de su espalda su piel pálida colisionaba
con cada célula de mis manos dejándome los nervios paralizados. Su cuerpo desprendía
cierto encanto en mí, un encanto que nunca había sentido y, mientras la miraba,
no pude evitar rodear su cintura con mis manos en cámara lenta; aquello era
como un trozo de mantequilla en un día caluroso deslizándose por el suelo. Mis
manos la recorrían suave y fácilmente cómo si me conociera cada flor y cada árbol
de su cuerpo.
Cuando mis manos por fin se encontraron entre si alrededor de
su cintura la sensación era aún mas rara todavía, no lograba entender por qué sentía
esa sensación de pertenencia. La tibieza del agua era apenas superada por la
tibieza de su aura; ¿Quién era ella en realidad?
Puse mi mentón en su hombro y cerré los ojos. Ella pareció
igualmente conmovida y envolvió mi brazo (que ya la envolvía a ella) recargando
su cabeza en la mía, fundiéndose conmigo en un extraño abrazo mojado.
Desperté, y sentía el vibrar de su energía aun en mis manos.
La eterna sensación de estar en una inundación de alegría y extrañeza. Jamás en
la vida real había sentido tal cosa, era como si ella encajara perfecto
conmigo. Tocarla no despertó ningún deseo, tampoco animó a mis inseguridades a
salir como se supone debía pasar; era estar ahí, siento parte de algo. No éramos
dos personas desconocidas, y eso es lo que más me intriga!
Me metí a la ducha apenas termine de recordarla. Me puse las
canciones lentas y mientras el agua mojaba mi cabello la visualice en mi mente,
cerré los ojos y al sentir que la abrazaba de nuevo, mi piel se erizo como
nunca, y así, unas cinco o seis veces y en todas ocurría lo mismo… mis pelos
como agujas para-rayos me mandaban tanta electricidad que no podía respirar.
Al final ni su voz, ni su cara… sólo todo el resto y un huracán
de emociones.

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