miércoles, 14 de septiembre de 2016

HORSE-GIRL


Al despertar no me queda más que su presencia, su infinita calma, sus silencios y la infinita sensación de no dejar de abrazarla.
Pocos sueños me inspiran tanto, las sensaciones suelen irse rápido…
Todo comienza cuando la encuentro, una potranca en el campo, perdida… con hambre.
La llevo a casa, curiosamente la dejo estar dentro, como si fuese una persona mas, pero al parecer en esta historia era lo mas normal del mundo.
La cuidé unos días, y le gustaba recostarse y que acariciara su melena… Un dia mientras lo hacia, abrió sus patas delanteras y me atrapó; aquel era un abrazo calmante, lleno de ternura y jamás había visto que un caballo hiciera algo asi. Mi madre dijo –Te quiere mucho –fue curioso y asentí… yo también quería mucho a esa pobre potranca que mas que abrazos le hacia falta comer mejor todos los días.
Como sea no recuerdo cómo desapareció, en que situación, si era de día o de noche… tampoco recuerdo para nada haberla visto como ese día, era diferente, muy diferente pero conservaba la esencia… tanto que supe que era ella al momento en que la vi, por primera vez, convertida en chica.
No me conmocione, incluso parecía que yo ya lo sabía… pero al verla con la ropa desgastada, sangrante y mojada lo único que quería hacer era protegerla.
Era perseguida, por su madre y por su gente… Al parecer su condición la hacía acreedora de desprecios, supersticiones  y miedos de todo tipo.
 –Dije que no salieras de casa –dijo su madre con tono agresivo.
Rocas volaban por los aires delante de gente enfurecida, y ella caminaba lento… como si no le hicieran daño, pero yo solo veía agua carmesí rodando por sus delgadas piernas.
 La tome de los hombros y la lleve lejos de ahí tan pronto como pude; no había escuchado su voz en todo este tiempo, ni visto su rostro nunca… siempre que la veía yo estaba a sus espaldas.
Logre ponerla a salvo en casa, ella no lloraba, ni decía palabra alguna.
Le quité la ropa, y la lleve a la ducha. Su cabello se mojaba de a poco y podía ver como el odio de la gente se deslavaba por su espalda.
No podía describir lo que sentía dentro de mí en ese momento, mientras trataba de quitar la tierra de su espalda su piel pálida colisionaba con cada célula de mis manos dejándome los nervios paralizados. Su cuerpo desprendía cierto encanto en mí, un encanto que nunca había sentido y, mientras la miraba, no pude evitar rodear su cintura con mis manos en cámara lenta; aquello era como un trozo de mantequilla en un día caluroso deslizándose por el suelo. Mis manos la recorrían suave y fácilmente cómo si me conociera cada flor y cada árbol de su cuerpo.
Cuando mis manos por fin se encontraron entre si alrededor de su cintura la sensación era aún mas rara todavía, no lograba entender por qué sentía esa sensación de pertenencia. La tibieza del agua era apenas superada por la tibieza de su aura; ¿Quién era ella en realidad?
Puse mi mentón en su hombro y cerré los ojos. Ella pareció igualmente conmovida y envolvió mi brazo (que ya la envolvía a ella) recargando su cabeza en la mía, fundiéndose conmigo en un extraño abrazo mojado.
Desperté, y sentía el vibrar de su energía aun en mis manos. La eterna sensación de estar en una inundación de alegría y extrañeza. Jamás en la vida real había sentido tal cosa, era como si ella encajara perfecto conmigo. Tocarla no despertó ningún deseo, tampoco animó a mis inseguridades a salir como se supone debía pasar; era estar ahí, siento parte de algo. No éramos dos personas desconocidas, y eso es lo que más me intriga!
Me metí a la ducha apenas termine de recordarla. Me puse las canciones lentas y mientras el agua mojaba mi cabello la visualice en mi mente, cerré los ojos y al sentir que la abrazaba de nuevo, mi piel se erizo como nunca, y así, unas cinco o seis veces y en todas ocurría lo mismo… mis pelos como agujas para-rayos me mandaban tanta electricidad que no podía respirar.
Al final ni su voz, ni su cara… sólo todo el resto y un huracán de emociones.



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